Renuncio a "quedar bien".

En el teatro de la existencia, donde las máscaras caen y se levantan al capricho de la audiencia, hay un acto de valentía que eclipsa todos los demás: la renuncia de ‘quedar bien’, el abandono del juego de agradar, de medirse con la vara de la aceptación ajena. Es un salto al vacío, un acto de fe en el arte de ser auténticamente uno mismo, más allá de aplausos o abucheos, más allá de oscuridad o luces.

Renunciar a ‘quedar bien’ es romper las cadenas de expectativas, es despojarse de la armadura que nos protege de las miradas críticas, pero nos impide sentir el calor del sol en la piel, la caricia del viento en el rostro. Es caminar desnudo por el sendero de la vida, vulnerable pero libre, dispuesto a ser tocado por la belleza y el dolor por igual.
Es un viaje hacia adentro, donde la única voz que importa es la del corazón, donde el único camino que vale la pena seguir es el trazado por el alma. En este viaje, los juicios se vuelven irrelevantes, las etiquetas se desvanecen como el rocío al amanecer, y lo único que queda es la esencia pura del ser.

La renuncia de ‘quedar bien’ no es un rechazo al otro, sino una profunda aceptación de uno mismo, una declaración de independencia del espíritu, que reconoce que la única aprobación que realmente importa es la propia. Es entender que la mayor bendición, el regalo más precioso, es la libertad de ser quien realmente eres, sin máscaras, sin pretextos, sin miedo.

En este acto de rebeldía silenciosa, descubrimos que la autenticidad es el imán que atrae lo verdadero, lo real, lo duradero. Que, al ser fieles a nosotros mismos, nos convertimos en faros de luz para otros que también buscan el camino de regreso a su esencia. Y en esta danza de autenticidad, encontramos una comunión más profunda con la vida, una conexión más sincera con los demás, un amor más verdadero por la existencia.

Así, en la renuncia de ‘quedar bien’, cada paso es una afirmación de vida, cada respiración un himno a la autenticidad, cada momento una bendición.
Sé tú, natural.

Donnato de la O. El Caminante
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