El eje intestino-cerebro es un término que se utiliza para describir la interacción bidireccional entre el sistema nervioso central y el tracto gastrointestinal, que está mediada por la microbiota intestinal. La microbiota intestinal se refiere al conjunto de microorganismos que habitan en el intestino, incluyendo bacterias, virus, hongos y otros microbios. La comunicación entre el intestino y el cerebro es bidireccional, lo que significa que, tanto el cerebro como el intestino, pueden influir en la función y el comportamiento del otro. La comunicación se realiza a través de múltiples vías, incluyendo la vía nerviosa, la vía hormonal y la vía inmunológica. La vía nerviosa implica la transmisión de señales entre el cerebro y el intestino a través del nervio vago, que es el décimo par craneal. El nervio vago es el principal medio por el cual el cerebro controla la función intestinal, y también es una vía importante por la cual la microbiota intestinal puede influir en el cerebro. La vía hormonal implica la liberación de hormonas intestinales, como la grelina y la leptina, que pueden afectar la función cerebral y el comportamiento. La microbiota intestinal también produce hormonas y otros metabolitos que pueden influir en la función cerebral. La vía inmunológica implica la respuesta inmunitaria del intestino, que puede afectar la función cerebral y el comportamiento, cerca del 70% de las células del sistema inmune están alojadas en el intestino. Se ha demostrado que el eje intestino-cerebro está involucrado en una variedad de procesos fisiológicos y patológicos, incluyendo el estrés, la ansiedad, la depresión, el dolor visceral, la obesidad y las enfermedades inflamatorias intestinales. Dañan la microbiota intestinal y aumentan inflamación: los comestibles procesados como la comida rápida, fritangas, harinas refinadas, embutidos, carnes, lácteos, dulces y bollería industrial, los antibióticos y otros medicamentos, como los antiinflamatorios no esteroideos (AINE) y los inhibidores de la bomba de protones (IBP), alcohol y tabaco. Favorecen la microbiota intestinal: Los alimentos ricos en fibra insoluble, como frutas, verduras, legumbres, cereales integrales y frutos secos. La fibra es un nutriente importante para las bacterias beneficiosas en el intestino, ayuda a mantener un ambiente adecuado para su crecimiento y proliferación. Los alimentos fermentados, como el tepache, chucrut, kimchi, kéfir (sin lácteos) tempeh y kombucha, contienen bacterias beneficiosas que pueden ayudar a mejorar la salud intestinal y reducir la inflamación. Los alimentos prebióticos, como la cebolla, el ajo, los puerros, los espárragos, los plátanos y la alcachofa contienen fibra soluble que no puede ser digerida por el cuerpo humano, pero que actúa como alimento para las bacterias beneficiosas en el intestino. No estás enfermo, estás envenenado. Intestino sano = cerebro sano. #DonnatodelaO #PlaneaTuLongevidad #TuTienesElPoder #NoEstasEnfermoEstasEnvenenado #SaludHolonomica #YoTengoElDon #MiSaludEsMiResponsabilidad Referencias: https://doi.org/10.1038/nrn3346 https://doi.org/10.1016/j.tins.2013.01.005 https://doi.org/10.1113/JP273106 https://www.niddk.nih.gov/es/health-information/digestive-diseases/cerebro-intestino-microbiota-intestinal https://www.fen.org.es/storage/app/media/uploaded-files/Boletin_92_-_microbiota_-_junio_2021.pdf
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