Envejecer no implica enfermar.

He comentado en muchas ocasiones que yo llegué a los 30 años de panzazo, como una verdadera piltrafa humana, con una pubertad enfermiza, adolescencia desganada e impotente, adulto joven deprimido y desvalorado, totalmente sin autoestima. Hice mi tarea, ahora a los 85 años todavía digo: ojalá y me vaya bien cuando sea viejo.

Crecí en la casa de un gourmet cuya clasificación de comida era sencilla, él alegaba que la comida volaba, corría o nadaba, esto es leche, carne y huevos; las verduras eran la ‘guarnición’, esto es, los adornos para darle colorido al plato no eran para comerse. La ensalada que se servía para la mesa de la familia era pequeña, mucho menos de lo que hoy como de diario. Las frutas eran golosinas que quitaban el hambre, por lo que no eran recomendadas.

Llegué a la antesala del cáncer, contaminado severamente con candidiasis. Hice lo que todo mundo hace, peregrinaciones de doctor en doctor, de consultorio en consultorio, de medicina en medicina, y nada… Y no tengo memoria de que alguno de ellos, uno solo, hubiera tenido ni cinco centavos de interés por lo que yo comía o bebía, esa pregunta jamás me la hicieron.

El dogma médico de entonces prevalece todavía: “Lo que comes y bebes, no tiene nada que ver con tu enfermedad ni con su curación; el estribillo de entonces, de hace ya 50 años, ‘come lo que quieras’, solo tienes que tomarte esta medicina”, todavía se repite.

Peeeeero, tengo buenas noticias: por naturaleza, tienes la capacidad de auto-regenerarte a nivel celular, tú puedes Transformar tu salud en el momento que quieras, tienes la capacidad de reconfigurar tu ADN.
Recuerda: No estás enfermo, estás envenenado.

Donnato de la O. El Caminante

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