Crisis ecológica.

Internet está que hierve con toda clase de información al respecto del Covid-19, datos relevantes e irrelevantes; intentos de descifrar el misterio y otros pura franca y llana falsedad, servida en charolas de plata, golosinas para especuladores; gotas de información científica y torrentes distractores lo suficientemente cientificoide para nutrir el escándalo telenovelero de tanto pseudo erudito de café. Obvio para muchos se trata de un desafío biológico que comprender; sin embargo, no podemos negar que se ha convertido en un evento referente en las vidas de millones de personas, que no termina de sembrar incertidumbre y apenas empieza a derrumbar el sentido de permanencia y pertenencia del fantasmagórico orden establecido en la gobernanza y contrato social, para erguirse arrogante como la cereza en el pastel de esta calamidad global que se revela ya no como una crisis en materia de salud, sino como una crisis sobre la vida misma.
Esta idea del Antropoceno preñada de vanagloria, coloca la actividad humana como la influencia dominante en el futuro de la vida en nuestro planeta. Y aunque se supone que esta nueva era geológica subraya el daño que nuestra especie está haciendo a los sistemas planetarios frágiles, paradójicamente también afirma nuestra supremacía. Nuestra especie tiene muchas razones para ser autocrítica sobre los efectos de nuestra forma de vida en la sostenibilidad planetaria. Necesitamos hacer nuestra tarea comprender lo que esta enfermedad significa para las vidas de aquellos a quienes ha afectado y utilizar esa comprensión no solo para cambiar nuestra perspectiva del mundo, sino también para cambiar el mundo mismo, que obvio se nos está yendo como arena seca entre los dedos.
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